
Estoy haciendo limpieza.
No la limpieza conocida, esa de trapo, virulana, detergente y lavandina.
Hablo de la que implica tirar, deshacernos de las cosas que guardamos porque no podemos romper con el pasado, creemos tercamente que si lo hacemos algo en nuestro cuerpo va a ser mutilado, que moriremos un poco al abandonarlas dentro de un tacho de basura y las seguimos ocultando en cajones que nunca abrimos porque son cosas viejas, oscuras, que nos lastiman, pero el que estén nos tranquiliza.
Decidí despedirlas y junto con ellas despedirte y los que como vos dejaron su huella repleta de cosas malas, los que aprovechando el árbol caído (o sea yo) intentaron hachar mis raíces, pero sobre todo a vos, que fuiste la persona que más necesité y la que más tiempo sostuvo el hacha en sus manos.
Digo adiós y tiro todas las cajas que nunca estuvieron llenas, digo hasta pronto y borro todas las verdades que nunca fueron verdades, hago un bollito con todas mis certezas que solo escondían ocultamientos y mentiras, más tarde transformo en avioncitos todas tus palabras y miro como el barrio se llena de planeadores que poco a poco desaparecen con el viento. Tu voz se va silenciando dentro de mi cabeza y tu cuerpo solo es una sombra que barro con mi escoba nueva y meto dentro de una de las bolsas.
También caen al piso los años perdidos, mis culpas por creer que era eso lo que me merecía, el tiempo en que te entregaba todo gratuitamente, esos días en que sentía la obligación de cuidarte cuando no me cuidabas, el de estar cuando nunca estabas, los años y años en que, para justificar lo injustificable, creí que yo era quien te daba, cuando en realidad vos me estabas robando.
Mi camino ahora esta abierto y sigo caminando hacia delante; el tuyo está lleno de maleza, no tengo dudas que podes caminar, pero solo hacia atrás, no pudiste cambiar la historia, tu historia, te quedaste ahí, encerrado en tu presente lleno de infelicidad en una casa construida sobre cimientos de barro, todo se te derrumba día a día, pero curiosamente te acostumbraste tanto a eso que crees que es la única manera de vivir, les vendiste a todos los tuyos un cuento de hadas, llenaste las estanterías de fotos repletas de sonrisas y en realidad son solo muecas vacías, pero tu cuerpo va pagando tu infelicidad, yo te conozco, cuando te miro caminar me doy cuenta.
Me pregunto muchas veces si sos un cobarde o un canalla, “las dos cosas”, me respondo en seguida.
Pero voy a permitirme dejar en la vereda todas estas bolsas llenas de basura vieja y mientras miro como el camión devora y tritura todos estos malos recuerdos, pensaré en volver a mi vida donde me espera una buena taza de chocolate caliente.